Empezar desde cero: “reseteando la vida”

Por Paola García.

¡Cero y van dos que pierdo todo en mi vida! Y con “todo” me refiere tanto a lo económico, como a lo emocional y es que cuando digo “todo” es literalmente TODO, saliendo con una mano atrás y otra adelante como se suele decir; la enorme diferencia entre la primera y la segunda vez que me sucedió es que en la primera salí por patas con mi perro, mientras que en la segunda, salí por patas con un hijo… y no: no es lo mismo.

El  tener un bebé entre mis  manos, una relación fracasada, estar desempleada y con el autoestima en los suelos me llevó con la cabeza agachada a agarrar mis cosas y regresar a casa de mis papás por segunda ocasión para ser machada esta vez con más fuerza que la primera, porque -obvio- la realidad era distinta y la responsabilidad, por las nubes.

No voy a mentir, la noche que empaqué todo antes de irme lloré hasta que me sequé por completo por dentro; miré mi realidad hecha pedazos y decidí hacer las cosas diferentes por mí y  por mi hijo; sabía que me iba a tomar meses poder independizarme, pero fue el objetivo que me fijé y no quité el dedo del renglón. Por primera vez en la vida me tocó pedir trabajo (a mí que siempre me llovían las ofertas laborales) en esta ocasión el tocó el turno de tocar puertas y comenzar a ganar dinero para poderme valer por mí misma.

Ocho meses después, aferrada a la venta más grande que tuve en mi paso por bienes raíces, me renté un departamento, lo amueblé y me prometí que -sin importar las dificultades de la vida- yo tenía esa fortaleza y esa determinación para salir de cualquier bache que se me presentara.

Ya son 9 años desde aquella noche en donde tomé la decisión que nunca más me iba  a permitir pasar por situaciones que me lastimaran, me pusieran en peligro o me denigraran; el camino no fue nada sencillo, tuve que dar mucho mi brazo a torcer, aprender  a perdonar y a creer en mí porque yo sabía que lo que un día yo contaba con lágrimas en mis ojos lo iba a poder contar sin que me doliera y hasta riéndome de todas las peripecias que he vivido. No puedo decir que no me arrepiento de nada, claro que me arrepiento, me pude haber ahorrado mucho dolor, pero hoy sé que puedo y debo tomar decisiones  con inteligencia y que si me caigo me levanto, que si yo pude, tú también puedes independientemente de lo que te esté sucediendo, también podrás, y sin importar lo mucho que tu gente más cercana te diga que debes o tienes que hacer, nadie mejor que tú lo sabe; y sí, amigos, a veces ir en contra de la corriente es el camino para la autorrealización.

No hay que tener miedo … jamás estamos solas porque siempre nos tendremos a nosotras mismas.

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¡Hasta la próxima!

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